Tras unas horas de relax abro los ojos y lo veo todo de color. Ya
no estoy en la tienda que hacía que todo dentro de ella adquiriese un tono
anaranjado, no me encuentro acurrucada dentro del saco rodeada de mis
compañeras de tienda. Salgo de mi habitación y no siento esa sensación de
frescor que te termina de despertar, ya no están los pequeños renacuajos que
todas las mañanas he despertado durante estas dos semanas, tampoco hay prisa
por vestirse, asearse, coger el uniforme y acudir a la formación. El desayuno
es tranquilo, al igual que la comida y la cena, no hay niños a los que servir
la comida, ni obligarlos a que se esfuercen por comer algo más, tampoco hay ninguna
vocecilla que rompa el silencio para dar paso a la canción del verano “en la
puerta del colegio…”. Tampoco hay noticias del buzón de la amistad, del zorro o
de “xalamán”. No hay tiendas que ordenar, ni niños y niñas con quien jugar. La
ducha ha cambiado; ya no es la habitación del pánico, el agua ya no está fría y
al salir de ella no me espera la naturaleza que antes era mi casa. Por la noche
no me espera ningún stalking, tampoco la odiada reunión interminable, ni
siquiera la fiestecilla en cocina o el “paseo” por las parcelas.
He pasado 17 días sin tele, móvil y ordenador, ajena al mundo
exterior y la verdad es que no se vive nada mal sin ello. Ahora las noticias te
ponen al día, la tele basura te taladra la cabeza y el whatsapp junto con el
ordenador recobran vida.
El frescor de la mañana, el calorcillo del día y el frío de la
noche se han convertido en un calor asfixiante que ocupa cada hora. Echo de
menos el forro polar, la sudadera, el chubasquero, el pantalón largo, los
calcetines y las botas de montaña.
Echaré de menos los campamentos en los que año tras año los
scouters me han preparado mogollón de actividades con las que he disfrutado ya
que desde ahora voy a formar parte de la otra cara del grupo. Nunca olvidaré la
multitud de actividades y juegos que hemos hecho, desde los rastreos y
descubiertas de manada, las construcciones y las transmisiones de tropa, los
raids y el GP de pioneros y las fricadas en rutas. En el mismo lugar quedan los
tradicionales días del guarro, del indio, de rutas, las marchas o veladas de
grupo. De todos ellos quedan grandes recuerdos y anécdotas que una tarde nos
sentaremos a recordar.
Todo esto volverá,
diferente año, diferente lugar, pero la esencia del campamento no cambiará. En
realidad lo que si dejo atrás es ser niña, he tenido la gran suerte de rodearme
de un gran número de personas que año tras año han seguido en el grupo.
Empezamos siendo una gran manada mowgli y tras los años nos hemos convertido en
un Clan, un gran clan unido y formado por amigos. Desde este año se nos ha
terminado el chollo, pero aun así seguiremos siendo el grupo de amigos que
pasamos las tardes de los sábados en los scouts, el grupo de chicos y chicas
que algún fin de semana que otro deja atrás la ciudad para irse de acampada y
que todos los veranos se va de campamento. Seguiremos teniendo algo en común, a
pesar de que ya no estaremos todos juntos, ya que A TODOS EL AZAHAR NOS VIO
CRECER.
Sailorcloth
Me ha gustado mucho lo que cuentas en tu entrada y cómo lo cuentas. Envidiable.
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