jueves, 11 de diciembre de 2014

Tras unas horas de relax abro los ojos y lo veo todo de color. Ya no estoy en la tienda que hacía que todo dentro de ella adquiriese un tono anaranjado, no me encuentro acurrucada dentro del saco rodeada de mis compañeras de tienda. Salgo de mi habitación y no siento esa sensación de frescor que te termina de despertar, ya no están los pequeños renacuajos que todas las mañanas he despertado durante estas dos semanas, tampoco hay prisa por vestirse, asearse, coger el uniforme y acudir a la formación. El desayuno es tranquilo, al igual que la comida y la cena, no hay niños a los que servir la comida, ni obligarlos a que se esfuercen por comer algo más, tampoco hay ninguna vocecilla que rompa el silencio para dar paso a la canción del verano “en la puerta del colegio…”. Tampoco hay noticias del buzón de la amistad, del zorro o de “xalamán”. No hay tiendas que ordenar, ni niños y niñas con quien jugar. La ducha ha cambiado; ya no es la habitación del pánico, el agua ya no está fría y al salir de ella no me espera la naturaleza que antes era mi casa. Por la noche no me espera ningún stalking, tampoco la odiada reunión interminable, ni siquiera la fiestecilla en cocina o el “paseo” por las parcelas.
He pasado 17 días sin tele, móvil y ordenador, ajena al mundo exterior y la verdad es que no se vive nada mal sin ello. Ahora las noticias te ponen al día, la tele basura te taladra la cabeza y el whatsapp junto con el ordenador recobran vida.
El frescor de la mañana, el calorcillo del día y el frío de la noche se han convertido en un calor asfixiante que ocupa cada hora. Echo de menos el forro polar, la sudadera, el chubasquero, el pantalón largo, los calcetines y las botas de montaña.
Echaré de menos los campamentos en los que año tras año los scouters me han preparado mogollón de actividades con las que he disfrutado ya que desde ahora voy a formar parte de la otra cara del grupo. Nunca olvidaré la multitud de actividades y juegos que hemos hecho, desde los rastreos y descubiertas de manada, las construcciones y las transmisiones de tropa, los raids y el GP de pioneros y las fricadas en rutas. En el mismo lugar quedan los tradicionales días del guarro, del indio, de rutas, las marchas o veladas de grupo. De todos ellos quedan grandes recuerdos y anécdotas que una tarde nos sentaremos a recordar.
Todo esto volverá, diferente año, diferente lugar, pero la esencia del campamento no cambiará. En realidad lo que si dejo atrás es ser niña, he tenido la gran suerte de rodearme de un gran número de personas que año tras año han seguido en el grupo. Empezamos siendo una gran manada mowgli y tras los años nos hemos convertido en un Clan, un gran clan unido y formado por amigos. Desde este año se nos ha terminado el chollo, pero aun así seguiremos siendo el grupo de amigos que pasamos las tardes de los sábados en los scouts, el grupo de chicos y chicas que algún fin de semana que otro deja atrás la ciudad para irse de acampada y que todos los veranos se va de campamento. Seguiremos teniendo algo en común, a pesar de que ya no estaremos todos juntos, ya que A TODOS EL AZAHAR NOS VIO CRECER.

Sailorcloth

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho lo que cuentas en tu entrada y cómo lo cuentas. Envidiable.

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